Mi mar de fueguitos. Que ilumináis mis días oscuros. Sois llama de inspiración y chispazo de alegría.
Mi mar de fueguitos que sois faro en el horizonte y luces en el camino. Combustión de posibilidad infinita. Explosión multicolor. Creadores de energías… renovables, recargables, irremplazables.
Mi mar de fueguitos que ardéis la Vida junto a mí; que vibramos y centelleamos en la la Vida… juntos/as.
Eeegunon mundo!!
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En ese “mar de fueguitos” del que nos cuenta Galeano, océano vivo de corazones con mucha Vida.
“Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
Eduardo Galeano, El libro de los Abrazos (1989)
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