Estimado don Eduardo:

Vaya con estas palabras un saludo cariñoso desde este ladito del mundo.

En 1989, escribió usted el El libro de los Abrazos. El sabor de cada cuento, de cada relato nutre hoy también este espacio que va cogiendo Vida y se va llenando de gente, de palabras, de colores y de tazas de café compartidas.  Esta mañana escuché la entrevista que ayer le hicieron en el programa Singulars de TV3 sobre el movimiento del 15- m.  Sin duda sus palabras se tejen desde el corazón. Y a los corazones llegan.

«Las lecciones de vida, las lecciones de dignidad que el mundo necesita las dan los más pequeños» dijo usted.

Pues resulta que también el abrazo se considera algo pequeño en este mundo.  Ser fuerte, no mostrar signos de debilidad, posponer el afecto. No vaya a ser que lo consideren blando  o lo vayan a lastimar a uno. ¿Pero quien no sintió perderse en algo más grande cuando recibió ese abrazo preciso? ¿Quien no encontró la paz en los brazos apretados de quien lo sostenía? ¿Quien quiere negar el dulce encuentro que llena de todo sentido ese instante infinito?

Mi estimado don Eduardo. No hay duda. Usted es el presidente honorífico del Movimiento de los Abrazos Apretujados. Lo ha sido desde siempre.

Así que pásese por acá cuando quiera a recoger un abrazo apretado que sellará la toma de posesión de su cargo. Acompañado por supuesto, de un muxote potolo bat  que lo acompaña bien y lo hace más rico.

¡Acá lo esperamos, con los brazos abiertos! Y mientras tanto siga llenándonos de lucecitas y fuegos.

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