
Supongo que será la efusividad. Las ganas de quedarse en el otro.
La cuestión es que este verano he perdido dos pendientes en la práctica del Slow Hug Movement. Dos pendientes. De dos juegos distintos. De tamaños considerables (quienes me conocéis sabéis de mis gustos big-size). Que me encantaban.
¡Me gustaron más los abrazos dados!