Hacer silencio, escucharse. Descubrir el ritmo de mi latido.
Darme tiempo para respirar.
Para reconocerme. Tan pequeña, tan frágil…
y a la vez tan llena de fuerza, de pasión, de posibilidad, de energía que correo por las venas.
Sentir el latido del corazón y regalarle la sonrisa más tierna a mi vulnerabilidad.
Namasté!!