Reivindico el derecho a la tristeza.
A ese rato de mirada bajita, de corazón arrugado, de tripa revuelta.
El permiso a estar triste.
A mostrarme vulnerable.
A no poder, ni querer poder con todo… y dejarse caer, por un instante.
Porque en los días grises, los colores ganan en intensidad.
Y porque la tristeza nos permite descubrir la luz de la alegría, y las lágrimas de un corazón vivo.
Eeeeeegunon mundo!!